lunes, 9 de abril de 2012

Posturas Kamasutra: La silla mágica


Todavía hay gente creyendo que una silla está simplemente hecha para sentarse. Afortunadamente, algunos se acuerdan que la evolución de la especie humana y el inmenso enriquecimiento de sus comportamientos son debidos a individuos que no aceptan lo evidente y las ideas preconcebidas.
La silla mágica

Porque una silla es también una ayuda llena de recursos para variar las sensaciones eróticas. Por ejemplo, la mujer se puede instalar cómodamente a horcajadas sobre el asiento: mirando el respaldo en el que cruzará sus brazos para apoyar la cabeza. Su pelvis saldrá del borde de la silla para dejar el acceso a su vagina y curvará la espalda para recibir mejor a su pareja. Él, de pie detrás de su espalda, plegará las rodillas y la penetrará agarrándose a sus caderas.
La ausencia de esfuerzo hace esta posición muy agradable para la mujer, ya que se deja llevar por dulces sensaciones vaginales y juega con ellas, mediante contracciones musculares o provocativos arqueos de espalda. El hombre acompañará su ritmo hasta que ella sea llevada par la excitación que habrá sido capaz de hacer subir en sí.
Si la mujer es más audaz, se sentará con el trasero fuera del respaldo, a la mitad de los muslos o al nivel de las rodillas. Sus manos se agarran a los travesaños, sus pies puestos sobre el asiento (si el respaldo es bajo o demasiado alto, sus piernas quedarán en el aire). El hombre se sitúa detrás de su espalda, la abraza e inclina la silla sobre las patas traseras hasta que su amada está a buena altura para la penetración.   
Normalmente la pareja encuentra el equilibrio con facilidad. El placer viene con la posibilidad de quedarse ambos inmóviles. El hombre solo da el movimiento a su pareja con oscilaciones de la silla sobre las patas traseras, como meciéndola. Obviamente, ¡hay que verificar que las patas de la silla no se resbalen sobre el suelo! Pero el efecto está garantizado: ¡dulzor, calma y voluptuosidad! 
Si a la mujer le gusta este juego de equilibrio, se arriesgará a usar dos sillas, colocadas frente a frente y ligeramente separadas. Un pié sobre cada asiento y las manos sujetando firmemente los respaldos, ella se pondrá de cuclillas para presentar su sexo ampliamente abierto al hombre arrodillado frente a ella. El resto es inspiración: el estiramiento muscular a menudo es un excelente amplificador de sensaciones; los movimientos de caderas son totalmente libres y permiten regular la presión así como el ritmo. Se puede alcanzar el gozo al mismo tiempo o con la penetración: el hombre sólo se levantará para encontrar su sitio inicial y, sin soportar el peso de su amada, buscará un orgasmo tan intenso y todavía más si el juego con la espalda de ella se adapta para hacerles perder la cabeza.

Posturas Kamasutra: Barco de Vela

Posturas Kamasutra: El encantador de serpientes

Posturas Kamasutra: El pecho profundo


Posturas Kamasutra: El gran puente


Cuando geometría y amor se mezclan, el resultado será aportar placer y fantasía. En la postura del gran puente, el ángulo y la medida determinan la intensidad del coito. ¡Disfrutad, amantes gimnastas, acoplaos en una coreografía excitante que libere vuestra imaginación sexual!
El gran puente
@SexoActivo
El gran puente se parece a la posición de una bailarina, cuando tiene el busto en vertical, las nalgas al contacto con el suelo y las piernas formando un ángulo de 180 grados. En el dominio del amor, esta postura requiere flexibilidad, ¡pero nada de entrenamiento especial! Se necesita un calentamiento previo de la mujer, no para estirar los ligamentos, ¡sino para preparar el coito! 
Ella se sube de pie encima de dos sillas, un pie para cada una. Obviamente es necesario escoger sillas robustas y estables, para no arriesgarse a caer en pleno acto sexual. La mujer se sitúa frente a los respaldos y se agarra con las manos. Su amado, al que ella da la espalda, separa despacio las dos sillas de forma que las piernas de ella hagan lo propio, formando el mayor ángulo posible. Cuanto más amplio sea el puente, más accesible será la vulva, por su altura en comparación al nivel en que está el sexo del hombre, y por su posición y su apertura.
De esta forma, la mujer ofrece un acceso sencillo al pene de su hombre.
Inclinada hacia adelante para mantener su equilibrio y apoyada en los respaldos, la mujer muestra su trasero a su pareja, una excitante visión que le causará una erección instantánea, si no fuese así aún. En esta postura, la mujer es pasiva, no pudiendo más que variar su arqueo para facilitar la penetración. 
Es el turno del hombre para actuar e inventar las recetas del placer. Puede empezar por ejemplo con un deslizamiento en el espacio entre las dos sillas. De pié frente a su amante, la cubre de besos y caricias, de los hombros a los senos hasta el ombligo. Se arrodilla después y sumerge su cabeza en las profundidades de la vulva. Tiene que explorar todos los delicados recovecos, estimular cada lado del clítoris, desde abajo y subiendo la lengua hasta su cumbre. También puede besar el monte de Venus, lamerlo y pasar su lengua sobre los labios mayores, antes de introducirla con movimientos de arriba abajo y delante y atrás en la vagina.
De nuevo de pié detrás de la mujer, el hombre, con su miembro en erección, la penetra sin dificultad. Enlaza la cintura de su amante con un brazo, excitando el clítoris con su mano libre. Quizás la mujer tenga que flexionar las piernas y enderezarse: todo depende de la altura de cada uno, pero también de las sensaciones buscadas. 
Con la posición del gran puente, la mujer se entrega a la voluntad de su amante y se somete a sus caprichos sin intercambiar miradas: algunas mujeres se vuelven locas con la sumisión impuesta para sentirse objeto al servicio del placer masculino. En esta postura, el hombre saborea particularmente convertir a su amante en una escultura viva, que modela como quiere y a quien da órdenes. Arquearse, elevar las nalgas, flexionar las piernas… Excitado por cogerla de pie, el gran puente es una posición atrayente para él, pero no muy fácil de ejecutar. Y seguro que eyaculará después de un coito corto pero apasionado.  

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Posturas Kamasutra: La postura del novato


La postura del novato recuerda a esos momentos de la juventud, cuando el placer del hombre pasa por ser más activo que su pareja. Ella no tiene otra elección que someterse a su amante, que debe aprender, con esta posición del Kamasutra, a convertirse en un profesional del sexo.
La postura del novato
Atrás quedan los años del instituto. ¡También las primeras experiencias sexuales! Pero el Kamasutra ayuda a vivir de nuevo los recuerdos de juventud que pensabas que nunca volverían. La posición del novato es la de un inexperto que debe aprender muy rápido. La de los chicos seguros de sí mismos y optimistas que éramos. Un estudiante en plena forma y capaz de realizar las mayores proezas en los juegos, sexuales o no.
El novato coloca delicadamente a la mujer en la cama. La levanta con sus manos por las caderas mientras que ella apoya su cabeza y sus hombros sobre la almohada. Los dedos de sus pies apenas alcanzan la cama. El hombre se pone de rodillas, acercando firmemente la vagina a su sexo. Es el único que decide en el vaivén, porque la mujer, en esta posición, no tiene amplitud de movimientos. En esta postura dominante, el hombre puede contemplar a su pareja, pero se encuentra también limitado: sus brazos están bloqueados y la penetración resulta difícil.
Esta postura es perfecta para lograr una rápida excitación, pero es extenuante. El hombre no puede aguantar más que unos minutos y la mujer puede sufrir rápidamente dolores musculares por la incomodidad. El hombre puede entonces cambiar de postura arrodillándose y dejar así a la mujer más a gusto. “El novato” es una posición de transición perfecta, entre la de un hombre dominante y la de una mujer que lleva el control. ¡Hay que respetar la igualdad!

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¿Cuántos orgasmos has sentido en un acto sexual?