Hay un tiempo para todo: a veces la pasión, otras el juego. ¡En el amor también es posible divertirse! Cuando las relaciones sexuales se vuelven demasiado rutinarias, cuando los gestos se repiten en lugar de inventarse, reír es el mejor medio para despertar el deseo.
La bestia bicéfala es una de esas posturas en las que el principal interés es animar a los amantes a jugar con sus cuerpos. ¡No dejéis pasar este placer! Entregándoos a este juego, os entrará la curiosidad por nuevas posturas, ¡que os harán descubrir sensaciones inéditas!
Los amantes, en la postura de la bestia bicéfala, están a contrasentido, de modo que los contactos físicos se limitan al de sus propios sexos. Antes de todo, más vale ofrecerse algunas caricias preliminares. Las mejores podrían ser “el congreso del cuervo”, más conocido como el 69. Con una felación y un cunnilingus en simultaneidad, ambos tienen todo el tiempo para gozar los contactos íntimos de los cuerpos, estimulándose mutuamente. Cuando no pueden resistir más al placer de fusionar los sexos, el hombre, todavía de rodillas, da la espalda a la mujer y se aleja de ella. La mujer se echa de espaldas, desliza un cojín bajo sus nalgas para levantar su pelvis. Ayudándose con sus manos, eleva y separa los muslos para ponerlos por encima de ella. Su sexo está totalmente abierto en esta posición. Ahora pone los brazos sobre la cama y se relaja. El hombre se aproxima a cuatro patas, reculando a ciegas hasta que ella agarra su pene en erección.
Mientras lo toma, el hombre echa sus brazos frente a él y apoya su cabeza sobre el lecho, como un gato arqueándose. Sus pies están a ambos lados del cuerpo de su pareja, sus nalgas levantadas sobre ella. La mujer guía el pene hacia su vulva y lo usa como un pincel para dar algunas caricias previas sobre los labios menores y el clítoris antes de introducirlo en su vagina. Después, ella deja al hombre actuar.
En esta postura, el amante tiene poca elección en sus movimientos: si se mueve demasiado, arriesga que el pene se salga del cálido refugio donde está metido. Tiene que entregarse a pequeñas oscilaciones de la pelvis, de adelante atrás y de arriba abajo. Si la mujer siente falta de contacto, puede acariciarse a la vez que juega con los testículos de su amante, mientras se retuerce en ella: la mezcla entre placer vaginal y clitoriano debería provocar el orgasmo. Así, para ella, ¡el espectáculo de ambos cuerpos unidos es novedoso y divertido! Para el hombre, esta postura le impide ver el cuerpo de su amada, es desconcertante. ¡Lo puede aprovechar para fantasear y concentrarse a la vez en las sensaciones del pene! Sin embargo, nada prohíbe buscar luego una postura donde los cuerpos se acercan, para concluir el coito y expresar más la ternura.