Cuando geometría y amor se mezclan, el resultado será aportar placer y fantasía. En la postura del gran puente, el ángulo y la medida determinan la intensidad del coito. ¡Disfrutad, amantes gimnastas, acoplaos en una coreografía excitante que libere vuestra imaginación sexual!
El gran puente se parece a la posición de una bailarina, cuando tiene el busto en vertical, las nalgas al contacto con el suelo y las piernas formando un ángulo de 180 grados. En el dominio del amor, esta postura requiere flexibilidad, ¡pero nada de entrenamiento especial! Se necesita un calentamiento previo de la mujer, no para estirar los ligamentos, ¡sino para preparar el coito!
Ella se sube de pie encima de dos sillas, un pie para cada una. Obviamente es necesario escoger sillas robustas y estables, para no arriesgarse a caer en pleno acto sexual. La mujer se sitúa frente a los respaldos y se agarra con las manos. Su amado, al que ella da la espalda, separa despacio las dos sillas de forma que las piernas de ella hagan lo propio, formando el mayor ángulo posible. Cuanto más amplio sea el puente, más accesible será la vulva, por su altura en comparación al nivel en que está el sexo del hombre, y por su posición y su apertura.
De esta forma, la mujer ofrece un acceso sencillo al pene de su hombre.
Inclinada hacia adelante para mantener su equilibrio y apoyada en los respaldos, la mujer muestra su trasero a su pareja, una excitante visión que le causará una erección instantánea, si no fuese así aún. En esta postura, la mujer es pasiva, no pudiendo más que variar su arqueo para facilitar la penetración.
Es el turno del hombre para actuar e inventar las recetas del placer. Puede empezar por ejemplo con un deslizamiento en el espacio entre las dos sillas. De pié frente a su amante, la cubre de besos y caricias, de los hombros a los senos hasta el ombligo. Se arrodilla después y sumerge su cabeza en las profundidades de la vulva. Tiene que explorar todos los delicados recovecos, estimular cada lado del clítoris, desde abajo y subiendo la lengua hasta su cumbre. También puede besar el monte de Venus, lamerlo y pasar su lengua sobre los labios mayores, antes de introducirla con movimientos de arriba abajo y delante y atrás en la vagina.
De nuevo de pié detrás de la mujer, el hombre, con su miembro en erección, la penetra sin dificultad. Enlaza la cintura de su amante con un brazo, excitando el clítoris con su mano libre. Quizás la mujer tenga que flexionar las piernas y enderezarse: todo depende de la altura de cada uno, pero también de las sensaciones buscadas.
Con la posición del gran puente, la mujer se entrega a la voluntad de su amante y se somete a sus caprichos sin intercambiar miradas: algunas mujeres se vuelven locas con la sumisión impuesta para sentirse objeto al servicio del placer masculino. En esta postura, el hombre saborea particularmente convertir a su amante en una escultura viva, que modela como quiere y a quien da órdenes. Arquearse, elevar las nalgas, flexionar las piernas… Excitado por cogerla de pie, el gran puente es una posición atrayente para él, pero no muy fácil de ejecutar. Y seguro que eyaculará después de un coito corto pero apasionado.
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