Todavía hay gente creyendo que una silla está simplemente hecha para sentarse. Afortunadamente, algunos se acuerdan que la evolución de la especie humana y el inmenso enriquecimiento de sus comportamientos son debidos a individuos que no aceptan lo evidente y las ideas preconcebidas.
Porque una silla es también una ayuda llena de recursos para variar las sensaciones eróticas. Por ejemplo, la mujer se puede instalar cómodamente a horcajadas sobre el asiento: mirando el respaldo en el que cruzará sus brazos para apoyar la cabeza. Su pelvis saldrá del borde de la silla para dejar el acceso a su vagina y curvará la espalda para recibir mejor a su pareja. Él, de pie detrás de su espalda, plegará las rodillas y la penetrará agarrándose a sus caderas.
La ausencia de esfuerzo hace esta posición muy agradable para la mujer, ya que se deja llevar por dulces sensaciones vaginales y juega con ellas, mediante contracciones musculares o provocativos arqueos de espalda. El hombre acompañará su ritmo hasta que ella sea llevada par la excitación que habrá sido capaz de hacer subir en sí.
Si la mujer es más audaz, se sentará con el trasero fuera del respaldo, a la mitad de los muslos o al nivel de las rodillas. Sus manos se agarran a los travesaños, sus pies puestos sobre el asiento (si el respaldo es bajo o demasiado alto, sus piernas quedarán en el aire). El hombre se sitúa detrás de su espalda, la abraza e inclina la silla sobre las patas traseras hasta que su amada está a buena altura para la penetración.
Normalmente la pareja encuentra el equilibrio con facilidad. El placer viene con la posibilidad de quedarse ambos inmóviles. El hombre solo da el movimiento a su pareja con oscilaciones de la silla sobre las patas traseras, como meciéndola. Obviamente, ¡hay que verificar que las patas de la silla no se resbalen sobre el suelo! Pero el efecto está garantizado: ¡dulzor, calma y voluptuosidad!
Si a la mujer le gusta este juego de equilibrio, se arriesgará a usar dos sillas, colocadas frente a frente y ligeramente separadas. Un pié sobre cada asiento y las manos sujetando firmemente los respaldos, ella se pondrá de cuclillas para presentar su sexo ampliamente abierto al hombre arrodillado frente a ella. El resto es inspiración: el estiramiento muscular a menudo es un excelente amplificador de sensaciones; los movimientos de caderas son totalmente libres y permiten regular la presión así como el ritmo. Se puede alcanzar el gozo al mismo tiempo o con la penetración: el hombre sólo se levantará para encontrar su sitio inicial y, sin soportar el peso de su amada, buscará un orgasmo tan intenso y todavía más si el juego con la espalda de ella se adapta para hacerles perder la cabeza.
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