En la búsqueda del placer sin límites, perder el control es importante, incluso primordial. Un amante tiene que aprender a dejarse llevar sensualmente por los deseos de su pareja. Con la posición del barco de vela, la mujer cede a su compañero el control del timón. Una vez levada el ancla, el capitán puede guiar la nave.
Al igual que los marineros no temen los caprichos del mar y se lanzan a un largo viaje con valentía, el amante debe buscar emociones, sorpresas y aventuras. Así la pareja experimenta una agradable sensación de ir a la deriva sobre las olas, en la posición más sorprendente del Kamasutra.
La mujer se coloca en el borde de la cama, con sus piernas hacia arriba, acostada sobre su espalda y se abandona a los deseos del hombre. Él se arrodilla frente a ella y abre los muslos de su amante, sujetándole los tobillos. Como un capitán y su barco, el hombre dirige la situación, penetra a la mujer y domina el vaivén.
Da comienzo así a la mejor parte del encuentro sexual. El capitán dirige el timón a la izquierda o la derecha, ladeando a la mujer. Las sensaciones de la vagina concuerdan con el movimiento balanceante. Ella es como una barca echada a la mar, siguiendo los designios del oleaje. Aún embargada por una suave sensación de mareo, puede notar la penetración profunda y relajante. El amante goza de una perfecta perspectiva de su pareja, jugando con la idea de dominar la situación. Ralentiza o acelera el movimiento y puede cambiar la inclinación de las caderas o el ángulo de las piernas. Si es necesario, se puede colocar un cojín bajo las nalgas de la mujer para facilitar la penetración.
El capitán, contra viento y marea, se mantiene a flote hasta conseguir el placer culminante. Cuando la tempestad deja paso a la calma, la barquita puede retornar a buen puerto, esperando un próximo viaje lleno de más sorpresas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario