Existen posturas que con un gesto trivial de la mujer, una ligera variación en su posición, una imprevista modificación del movimiento… cualquier pormenor, en definitiva, le ayuda a descubrir su sexo de una forma poco habitual. Sería como si quisiese ofrecer a su amado un regalo que a la vez, por pudor, no se atreve a revelar obviamente; como si quisiese que su ofrenda permaneciese en el mayor de los secretos.
La ofrenda secreta de la mujer bien puede revelarse cuando, por ejemplo, ella se tiende banalmente de costado con sus piernas estiradas. Sólo con doblar aquella pierna que no reposa en la cama, la rodilla pegada al pecho, puede descubrir discretamente su sexo para una penetración llena de originales sensaciones.
El hombre, seducido por esta atrayente invitación, se arrodilla a horcajadas sobre la pierna extendida. Entonces se inclina hacia ella para apoyarse con sus manos a cada lado del pecho de su pareja. La penetración se efectúa de lado y el efecto de los frotamientos, tanto para la vagina como el pene, es muy diferente de aquel fruto de una penetración más convencional.
Si el hombre cuenta con brazos musculosos, tendrá la posibilidad de ejecutar un vaivén lento y controlado, mejor para disfrutar de nuevas sensaciones a descubrir por ambos.
En el caso de que el cansancio sobrevenga, existen numerosas variantes que permiten descansar los brazos antes de retomar sensaciones a las que es difícil renunciar.
La posición de la ofrenda secreta no posibilita un contacto corporal generoso. Pero los ojos se cruzan, los deseos y las emociones también; las miradas y los besos se intercambian. Así la mujer puede olvidarse de todo y concentrarse en su vagina.
Incluso la ofrenda secreta puede modificarse si ella levanta su pierna doblada y la coloca sobre la cadera del hombre: su pelvis se inclina ligeramente, lo que modifica el ángulo de la penetración e incrementa su intensidad. ¡El juego es excitante y se pueden echar varias partidas! ¡Que no te cuenten milongas sobre la ofrenda secreta! Esta posición puede verdaderamente emocionar a quien la proponga y aquel que acepte recibirla.
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